En la serie de la Casa de Papel, una de las secuestradas (Mónica), acaba simpatizando con uno de los raptores (Denver) con el que acaba manteniendo una intensa relación de pareja.
Aunque conocemos muchos casos similares y famosos, hoy no te voy a hablar de ese tipo de secuestros, sino de otros más sutiles que veo en mis consultorías de negocio.
Síndrome de Estocolmo
El Síndrome de Estocolmo es una reacción psicológica que desarrolla una víctima de secuestro con su captor.
La víctima siente un fuerte vínculo emocional, debido principalmente a que malinterpretan la falta de violencia, como demostración de la humanidad del secuestrador y aceptan sus motivos, aunque sean perjudiciales para ellos.
Están en una situación de la que no pueden salir porque se anteponen los deseos de la otra persona por encima de los propios, de forma que no tienen opciones, aunque puede haber muy buen rollito.
En los negocios que analizo veo esto de diversas formas:
En la empresa familiar
Unos mandan, otros bloquean, tantos más murmuran.
Tienen un poder en la empresa que no corresponde con su cargo o función.
Los trabajadores reciben órdenes contradictorias y el verdadero propietario se ve cuestionado constantemente por el familiar próximo.
No es posible poner la estructura organizativa en orden para no ir en contra de la unidad o paz familiar.
Accionistas
Socios pasivos que no trabajan y que son accionistas porque estuvieron en un principio y que mantienen el derecho de …
Aquellos que solo vienen a cobrar y que disponen de una cantidad de acciones suficiente como para poder dar “opiniones” que deben ser escuchadas y tenidas en cuenta, aunque no sean coherentes o provechosas con los intereses de la “empresa” como entidad.
Socios
Socios activos con los que empezamos con unas expectativas que no se cumplen y nos sentimos en una situación que nos incomoda.
Que se cogen la baja y “cumplen” con los mínimos, hablan muy bien, pero no afrontan responsabilidades, anteponen sus agendas o intereses personales, “no dan el callo” como tú esperabas, ni invierten los recursos y energías al mismo nivel.
Trabajadores «imprescindibles»
Son muy eficientes, tanto que se hacen “dueños” de partes de tu servicio, procesos…
Socializan tanto con el equipo y clientes que cambian tu organización según su criterio (para mejorarla).
«Ayudan» tanto a los demás que crean una deuda y dependencia emocional, volviéndose líderes por derechos adquiridos y no sabes como volver atrás.
Proveedores
Los que saben que dependes de sus materias primas para prestar tus servicios y te imponen sus condiciones y las cambian constantemente, llevándolas al límite.
Juegan con los estocs creando escasez, aumentando precios sin causas reales o favoreciendo a tu competencia (y lo sabes).
Clientes importantes
Aquellos que quieren las cosas para ayer, exigen, no te pagan puntualmente retrasando al máximo el pago por pequeñeces.
Por su renombre o posición social debes atender por encima de los demás y tener mucha educación con ellos.
¿Por qué nos cuesta reaccionar?
Los motivos (justificaciones) que oigo habitualmente son los siguientes:
No hay violencia (no es para tanto),
No quiero crear un conflicto (y sentirme culpable luego),
Son buena gente (hay que ser comprensivo),
Tienen una situación personal difícil (me sale la empatía),
Nos han hecho grandes favores (se lo debo),
Ganamos dinero con ellos (me encanta la pasta),
Son valiosos para la empresa (como lo voy a dejar perder),
Podría perjudicar al negocio (me da miedo solo pensarlo)
No sabría como hacerlo (ansiedad e incertidumbre)
…
En que te afecta realmente
El problema real es que esto puede afectar a cosas mucho más importantes que tu negocio o bolsillo:
la integridad,
tu autoestima,
tus valores,
la seguridad,
y sobre todo tener la capacidad de ver con claridad la “realidad” de tu estado actual.
Aunque muchas de esas situaciones no tienen una solución simple, existen opciones y técnicas muy prácticas para minimizar el poder emocional que tienen sobre con un simple objetivo:
Retomar el control sobre ti.